De ojos verdes la rubia va teñida
con una impresionante delantera;
el metro y medio apenas lo supera
y se niega a servirnos la bebida.
No quiere que la miren la engreída,
del miedo que le tiene al calavera;
ni sabe trabajar de camarera
y a chupitos tampoco nos convida.
Es preciosa y me gusta demasiado
y al contemplar mi gran envergadura
supongo que estreñida se ha quedado.
La luna llena y toda mi blancura
seguro que atontada la han dejado
que todavía soy un cara dura.
José Luis Guillén Lanzas, 2020-12-28
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