Ella, sentada al fondo y en la esquina,
tras subir los peldaños o escaleras,
la morena moviendo sus caderas,
con ese suéter gris tan femenina.
Ahora que me observa con inquina,
que tiene treinta y pocas primaveras;
de viudas, divorciadas y solteras,
es la única mujer que me domina.
Mas como soy un viejo veterano
vestido con mi traje y mi corbata
deseo pasearla de la mano.
Y ronroneará como una gata
frente a la nota tan sutil del piano
cuando la toque el capitán pirata.
José Luis Guillén Lanzas, 2020-11-08
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