La morena de más de metro ochenta
es espectacular y poderosa;
además de simpática y preciosa,
con esos ojos negros de pimienta.
Sus veinte y pocos años, mis cuarenta
y tantas primaveras... Vaya rosa
que cruza la frontera y orgullosa
presume porque puede y se presenta.
Ni sé de dónde viene, ni siquiera
cómo se llama, ni me importa. Quiero
solamente acercarme a su cadera
y bailarme con ella algún bolero;
que soy un vino añejo con solera
y me apetece ser un caballero.
José Luis Guillén Lanzas, 2020-11-11
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