Preciosa viuda negra que supera,
morena y malagueña, de romero,
repeinada, elegante y con salero,
a todas las demás y no se entera.
Su mirada me ignora y me acelera
ese labio burdeos, que me muero
por darle un beso, avieso y pasajero,
y cogerla del brazo en primavera.
En la feria del pueblo estoy pelado,
haciendo palmas como los artistas,
por eso solitario me he marchado.
Poeta, las mujeres son muy listas,
y siempre te gustaron demasiado,
sobre todo, las rosas socialistas.
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