TRES SONETOS DE AMOR
En el comienzo de una despedida
las palabras son cada vez más cortas:
yo no te aguanto y tú no me soportas
es el adiós con que se inicia la huida.
Un beso en la boca es maná de vida
pero observando cómo te comportas,
si te lo das con otro no me importas
que hasta el instante más bello se olvida.
Berenice me has roto el corazón
y orgulloso me siento y convencido
de que agitas mi pecho con pasión.
En tus ojos oscuros he perdido
un para siempre y la última ilusión:
siento mucho el haberte perseguido.
Ahora sé que tengo corazón
que solamente el daño que me has hecho
ha descubierto aquí justo en mi pecho
un sentimiento de desilusión.
Tan solo me dejaste que aprovecho
con el cariño de la inspiración
y me olvido de la última pasión
pues soy hombre de orgullo por derecho.
Con un no de indudable claridad
de nuevo comenzó la fantasía
a iluminarme el alma en libertad.
Berenice quizás se merecía
a alguien que la quisiera de verdad
y por eso jamás será la mía.
Cuéntame suave cómo ha sucedido
ese instante pleno y maravilloso
en que tu labio, rojo y delicioso,
al besar otra boca se ha encendido.
Como el dibujo de tu sonrisa ha sido
bebido ávidamente y sin reposo
con el diálogo más puro y sabroso
que dos lenguas jamás hayan tenido.
Todo parece ser una mentira
y qué bonitos son los sentimientos
cuando una enamorada es quien te mira.
Berenice la vida es un momento
puro y libre que leve se retira
a olvidarse de un sueño y de un intento.[1]
[1]José Luis Guillén Lanzas, 14 Enero 2012.
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